Festividad de San Marcos

Campo de Montiel

El día de "Espantar al Diablo"

El "hornazo"

Una de las fiestas más peculiares del Campo de Montiel es la de San Marcos, que se celebra la tarde del 25 de abril. Algunos pueblos tienen un paraje específico para esta fiesta, como Albaladejo (hoy el Río Guadalmena y las “Hoces”, pero antes se hacía en “la noguera de Castilla”), o Castellar de Santiago (paraje de La Herrumbrosa). En esta fiesta es común la comida del hornazo (torta dulce que encierra un chorizo y un huevo cocido), y realizar el rito de “espantar al diablo”, como se sigue haciendo, entre otros pueblos, en Membrilla o en Infantes. El pueblo que más lo celebra es Castellar de Santiago.

La tradición de espantar al diablo, por Alejandro Faustino Idáñez de Aguilar

Se trata de una tradición ancestral que perdura en esta tierra y que de forma inmutable se cumple por la población como un hecho sustancial de la vida y tradición del Campo de Montiel. La preparación tiene lugar unos días antes, con la formación de clanes familiares y corros de familias allegadas o amigas, y la organización de los medios necesarios, con las habituales provisiones de carnes de choto o cordero, la generosa bebida y los hornazos cocidos en el horno. Mucha gente, con la debida antelación, reserva de forma visible un espacio en el campo para establecer el hato. Llegada la fecha del santo, la larga comitiva se pone en marcha en grupos, pandillas y peñas hacia el lugar de costumbre en cada pueblo, donde las viandas serán consumidas a lo largo del día entre alegrías, bromas y chanzas de todos, en una estampa que podría calificarse como prehistórica sino fuera por la presencia en el campo de los automóviles con que se desplazan hoy los presentes.

Espantar el diablo constituye el motivo central del campesino ágape, cuyo acto consiste en anudar las tallos de una planta o las briznas de una hierba alta, una mata de trigo verde o la rama de un arbusto –la retama casi siempre-, con lo que simbólicamente se ata, espanta o arroja fuera del lugar a un Diablo alegórico. El ambiente abierto y festivo dura toda la jornada, y aún algunos la prolongan al día siguiente con el pretexto de dar fin de las viandas sobrantes del banquete campero. El regreso del convite tiene lugar a la caída de la tarde, sin que falte el baile para cerrar la jornada. Este es el contenido externo de la fiesta, en el que fin ritual se ha ido difuminando con el paso del tiempo y el cambio de costumbres, mentalidad, etc.. Sin embargo, si nos fijamos atentamente en el contenido del festivo acontecimiento, perviven en el fondo ciertos elementos característicos que se remontan a la antigüedad. Veámoslo.

Para remontarnos al origen de este acontecimiento hay que recordar que en el mundo antiguo el 25 de abril era el día en que se consideraba que terminaba el invierno y comenzaba el verano, conforme a la tradicional división del año en dos fases que era habitual en la vida del mundo primitivo. De ahí que los romanos celebraran en estas fechas la fiesta de la Robigalia, cuyo fin era preservar las siembras de trigo de la temida enfermedad de la roña, entonces muy frecuente. En estas mismas fechas tenía lugar también en la época romana la fiesta del Annus pastorum o Año de los pastores, según explica Caro Baroja. Todas estas conmemoraciones se prolongan durante los siglos siguientes, manteniendo un carácter muy popular y participando en ellas incluso los cristianos a pesar de su naturaleza pagana. Por este motivo, y ante la imposibilidad de suprimir este tipo de fiestas tan usuales en otros tiempos, la Iglesia católica procedió a cristianizarlas poniéndolas bajo la advocación de un santo protector cristiano, y de este modo la transforma poniéndola bajo la protección de San Marcos, cuya fecha se hace coincidir con la fiesta pagana. La Iglesia declara este día como festividad religiosa de obligado cumplimiento dándola la consideración de fiesta de guardar, instituyéndose también nuevos ritos, rogativas y procesiones con recitación de las letanías mayores, en las que se impetra el amparo del santo sobre las lluvias y las cosechas, viniendo a ocupar así este santo el lugar de los antiguos dioses protectores paganos de otras civilizaciones anteriores.

No se olvide que antiguamente, al mediodía de la festividad de San Marcos –el 25 de abril- daba comienzo el toque de campanas en las iglesias que duraba todo el verano con el fin de ahuyentar las tormentas, y que muchas ferias ganaderas se hacían por toda la geografía española, considerándose a este santo como anunciador de mayo, de donde procede el dicho “San Marcos evangelista, mayo a la vista”, y como patrocinador de la lluvia tan necesaria en esta época para el campo, que ha quedado reflejada en el refranero popular que afirma “Por San Marcos, el agua a charcos”.

Este es el verdadero origen de una celebración muy tradicional en el Campo de Montiel, extraña en apariencia y agrícola y pastoril, lúdica, religiosa y pagana a la vez. Otra versión tradicional del evangelista San Marcos es complementaria de la anterior, y parte de la estimación de San Marcos como santo preservador del propio infierno, que las cristianas viejas practican caminando por el campo mientras rezan la oración ritual, arrojando una china sin volver la vista atrás cada vez que recitaban un nuevo credo. San Marcos bendito Treinta y tres credos te deposito. Ni te los doy ni te los quito Pero a la hora de la muerte los necesito. La finalidad era emplazar al santo para liberar del diablo al orante en el momento de su muerte, asegurando de este modo la gloria eterna para la persona devota. Las mujeres de mayor edad que por sus condiciones no iban al campo a celebrar a San Marcos, salían a los extramuros de los pueblos, desde donde recitaban también una oración ritual para expulsar los influjos diabólicos de las proximidades, incluyendo tanto las casas del pueblo como los campos sembrados.

Los fines más lejanos de la fiesta es la aproximación del hombre a la naturaleza de donde procede, y su reencuentro con sus raíces históricas, mientras renueva los lazos telúricos que le unen a sus principios y creencias atávicas con la búsqueda y acercamiento a lo más primitivo de su ser, reviviendo el ritmo de los ciclos climáticos como en su más remota antigüedad. El buen tiempo y la proximidad de la cosecha, no son otra cosa que la renovación cósmica sobre la muerte, y la resurrección de los antiguos dioses paganos que protegían al hombre contra los peligros, que nos llega de nuevo de la mano del estallido primaveral de la naturaleza campestre. Resurrección que se extiende al hombre, celebrando el triunfo de la luz , la cosecha y la alegría con el generoso yantar, la abundante libación, el canto, baile y la exaltación de los sentidos y del amor, naciendo también a una nueva vida. Cumple así la fiesta el fin aglutinador que le es propio, al propiciar también la cohesión vecinal y la convivencia de la comunidad rural, lo mismo que la exaltación de la gula sobre el hambre y la penuria, antes tan frecuentes en el mundo del campo, imponiendo al mismo tiempo la esperanza sobre la dura realidad cotidiana, reconciliando a las personas con sus orígenes más ancestrales y organizando en fin, de este modo, la vida comunitaria de nuestros pueblos alrededor de unas creencias tradicionales que siembran la concordia y la paz entre sus sencillas gentes.

San Marcos en Castellar de Santiago, por Pascual Gómez.

Tradicionalmente la fiesta se ha venido celebrando en el paraje natural de La Herrumbrosa ya que consiste principalmente en pasar un día de campo. Se salía el 25 de Abril, día de San Marcos, por la mañana temprano. Lo normal hace un tiempo era ir en caballerías y carros, con toda la familia y amigos, con el hato en él y el resto de personas andando. Los ancianos y niños si iban subidos para facilitar el traslado. La carretera de Aldeaquemada se llenaba de gritos infantiles y carros a los que a partir de la posguerra se fueron agregando tractores con remolques llenos de personas, algún que otro coche y el inolvidable y atestado camión de "Beas" en el que no cabía un alfiler.

Ya situados en el paraje, se descarga el hato, compuesto principalmente por carne, vino y viandas varias entre las que no podía faltar el "hornazo". Bollo que se preparaba en el horno de pan con masa dulce y colocado encima y sujeto por una cruz de masa: Uno o dos huevos y un chorizo. Con las "bolillas" de caramelo incrustadas en la masa y cubierto de azúcar. Imprescindibles los huevos duros y las "madalenas" para la merienda, con mas de una broma propiciadas con ellos. Va pasando el día entre trago y trago, aperitivo y chuleta. Visitas a los vecinos y paseos por el entorno. Que no hay fiesta en que se comparta más que en San Marcos. Los niños organizaban sus juegos y aventura: Partidos de fútbol, concursos de saltos y torneos diversos en los que también acababan animándose a participar los mayores, con las consiguiente "agujetas" del día posterior.

A la caída de la tarde, se recogía el hato, se adornaban los carros con tomillo, romero, mejorana, cantueso, retama, etc. Y a casa.

Por las fechas en que se celebra es normal que en muchas ocasiones el tiempo no haya sido de lo mas adecuado. Por frecuentes tormentas surgió una coplilla: "San Marquillos alegre sabe sacarlas, las mujeres al campo y luego mojarlas..." Los que no habían podido ir a La herrumbrosa salían a merendar al "Barrio el postre" y a recibir a la caravana que regresa de la fiesta.

Fuente: http://bitacoramontiel.blogspot.com

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